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Minusválidos o discapacitados: sobre el idioma y la igualdad

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El lenguaje como promotor de la igualdad

El lenguaje es una herramienta de comunicación clave a la hora de delimitar y construir la identidad social de los seres humanos. En este sentido se deberían eliminar los términos que perjudican a grupos sociales minoritarios y utilizar un lenguaje más apropiado.

Pero, ¿a quién corresponde la tarea de concienciar y promover el uso de un vocabulario más positivo en torno a la discapacidad?

Al igual que la consecución de la accesibilidad universal implica a los diversos agentes sociales, hacer un uso de un lenguaje más igualitario nos concierne a todos, aunque especialmente a las entidades con mayor repercusión social como administraciones públicas e instituciones oficiales, empresas, colectivos sociales, centros educativos y de estudios, centros de trabajo y medios de comunicación.

Discapacidad y minusvalía en el lenguaje administrativo

En todos los casos, pero especialmente en el lenguaje sobre discapacidad, las administraciones públicas deben evitar que los términos incorrectos lleguen al público y terminen convirtiéndose en un elemento discriminatorio u ofensivo.

En España, desde 1999 la terminología sobre minusvalía y discapacidad está adaptada a la Ley de Dependencia y a la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Este organismo, cuando revisó la CIF-2001, decidió utilizar discapacidad como un término genérico que incluye déficits, limitaciones en la actividad y restricciones en la participación por considerar que la palabra minusvalía tenía demasiadas connotaciones peyorativas.

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El papel de los medios de comunicación en la creación del lenguaje positivo

Los medios de comunicación juegan un importante papel a la hora de mostrar una comunicación positiva. Muchas informaciones relacionadas con la discapacidad todavía pecan de negatividad, sensacionalismo o victimismo y utilizan un lenguaje inapropiado.

Las palabras como minusválido e inválido o expresiones como padece una minusvalía o está “postrado en la cama” siguen siendo comunes y contribuyen a crear una imagen negativa de la discapacidad. Por ejemplo la expresión postrado en una silla de ruedas, entre cuyas acepciones de la RAE se encuentra: arrodillarse o ponerse a los pies de alguien, humillándose o en señal de respeto, veneración o ruego, podría cambiarse por el usuario de silla de ruedas.

  • Dulcificar la imagen de la discapacidad no es sinónimo de lenguaje positivo ni igualitario. Otro error común de los medios de comunicación es retratar a las personas con discapacidad como superhéroes, como personas especiales. Aunque parezca contradictorio esto puede acabar distorsionando la imagen de la discapacidad al asumirse que es insólito que miembros de este colectivo tengan algún talento o habilidad.
  • Para evitar esa dulcificación innecesaria y sobre todo irreal es necesario hacer un retrato de la discapacidad lo más realista posible, entendiendo por real que incluya las distintas visiones y experiencias de los miembros del colectivo. Al final la superación de barreras tanto para las personas discapacitadas como para las que no lo son depende de sus circunstancias personales, educaciones y culturales.

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Minusválidos o discapacitados: bases de un lenguaje para todos

Aunque la falta de compresión, los prejuicios o la carencia de información influyen en la utilización de un lenguaje peyorativo entorno a la discapacidad, éste no siempre es intencionado. A veces es fruto del uso heredado durante décadas. Es el caso de las palabras minusválido y discapacitado, empleadas erróneamente como sinónimos durante años.

En cualquier caso la consecución de un lenguaje más apropiado debe ser objetivo fundamental de una sociedad que lucha por ser igualitaria y accesible. Estas son algunas recomendaciones para fomentar el uso de una terminología adecuada y positiva:

  • El término minusválido es muy negativo. Es la suma del prefijo minus-(menos) y el término válido y hace referencia a que la persona es menos válida. Entre minusválidos y discapacitados se debe optar siempre por la segunda.
  • Suprimir palabras intencionadamente ofensivas como: anormal, incapacitado, deficiente, minusválido o diferente.
  • Los términos descriptivos son adjetivos y no sustantivos. La sustantivación de adjetivos como el discapacitado, el minusválido, el ciego o el tetrapléjico debe evitarse.
  • Cuando se refiera a la discapacidad de una persona es conveniente enfatizar la palabra persona y no el adjetivo que la acompaña (persona discapacitada, persona sorda, etc.).
  • A nivel genérico es mejor emplear el término discapacidad que deficiencia.
  • Se aconseja sustituir verbos como padece, sufre y expresiones como víctima de por otros más neutros como estar discapacitado o tener una discapacidad.
  • Evitar expresiones explícitamente negativas como condenado a una silla de ruedas o limitado a una silla de ruedas.
  • No hay que referirse a las personas sin discapacidad como normales.

Estos son algunos de los consejos a seguir para corregir los errores más comunes que pueden verse en la sociedad, aunque cada vez este aspecto se está mejorando más.

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