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Diseñando una vida que vale la pena vivir

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Crecer en una silla de ruedas ha tenido sus vaivenes. Como cualquier otra persona, tengo mis días donde la vida hace que me encuentre algún obstáculo que no creo que pueda superar, pero lo hago. Gracias a mis padres, aprendí a nunca “tener en cuenta mi silla de ruedas” y que la vida es lo que uno mismo hace de ella. Desde pequeña elegí justo eso: hacer de mi vida exactamente lo que quería que fuera. Todos tenemos el poder de escribir nuestra propia historia.

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Pasión por viajar

Desde muy pequeña estuve decidida a asegurarme de que mi historia sería algo de lo que sintiera orgullo y pasión a pesar de mis limitaciones físicas. Según crecí, desarrollé un gran amor por viajar, un loco sentido de la aventura y una admiración indescriptible por gente de diferentes culturas y condiciones. Me dí cuenta de que mi silla de ruedas podría ser mi mejor amiga y que no habría nada en el mundo que no pudiera conquistar con su ayuda. Me ayudó a ser independiente y se convirtió rápidamente en las piernas que desafortunadamente nunca tuve.

Gracias a mi silla de ruedas Quickie, he sido capaz de satisfacer mi pasión por viajar y por la aventura. He sido bastante afortunada de poder visitar unas cuantas grandes ciudades en Estados Unidos y tengo que decir que Chicago es una de mis favoritas. Como Chicago es una ciudad sin barreras arquitectónicas, he podido disfrutar todo lo que ofrece. He superado mi temor a las alturas estando sobre una plataforma de cristal en la Torre Willis (antiguamente conocida como la Torre Sears), que se sitúa a 1.353 pies sobre el suelo.

También me encanta pasear por las playas, comer en restaurantes fantásticos, e ir desde una punta de la ciudad a la otra en los autobuses accesibles en sillas de ruedas. Creo que mi silla tiene muchas más millas recorridas que la mayoría de las piernas de la gente con movilidad completa. 

Los mejores días de mi vida

Mi educación fue tan normal como la de cualquier otra persona. Cuando me preguntan cual ha sido hasta ahora el “mejor día de mi vida”, lo echaría a cara o cruz. Uno de mis días favoritos fue definitivamente cuando me gradué en la escuela superior. Como cualquier adolescente normal estaba eufórica por graduarme. Fui la primera persona en silla de ruedas en cursar desde el jardín de infancia hasta 12º grado en la escuela de mi distrito y recibí una gran ovación de mis compañeros de clase. Me sentí verdaderamente realizada en el momento en el que conseguí algo que nadie había conseguido todavía, y en el que me había ganado el respeto de los compañeros que hacían lo mismo que yo. 

El segundo mejor día de mi vida fue cuando fui tía por primera vez. Fue en ese momento cuando me di cuenta que tenía que ser increíble no solo para mí, sino primero y sobre todo para mis sobrinos y sobrinas. Quiero que entiendan que a pesar de lo que suceda en el camino de sus vidas, pueden conseguir cualquier cosa. Puede haber días que tenga malestar físico, pero nunca dejo que esto me frene de vivir mi vida al máximo. Me esfuerzo costantemente para ser mejor que ayer.

SOBRE LA AUTORA

Mi nombre es Sara, tengo 35 años y soy de Pittsburgh, Estados Unidos. Soy hermana, hija, tía, amiga... Padezco una enfermedad más comúnmente conocida como “huesos de cristal” llamada Osteogénesis imperfecta. Mi lema de vida es “Diseña una vida que ames".