Para mí, el deporte es una enseñanza de valores imbatible. Cuando empecé a caminar practiqué karate, equitación… un poco de todo, aunque sin competir. Me ha hecho mucho más fuerte como persona y me ha ayudado a comprender la gran diferencia entre perder y dejar de ganar.
Perder es rendirse o no atreverse a intentarlo, mientras que dejar de ganar es no obtener (momentáneamente) lo que persigues. Pero también me ha enseñado a atreverme a ganar y a luchar cada día por ser un poco mejor. Nunca te conformes y busca siempre la excelencia en lo que hagas. De algún modo, el deporte me ha enseñado a vivir la vida al máximo.
Empecé a nadar con un chaleco salvavidas porque nunca supe nadar muy bien, mucho menos sin movilidad o sin sentir mis piernas. Casi desde el principio, vi que moverme dentro del agua era bueno para mí. Me pusieron enfrente un cronómetro y empecé a intentar que el cronómetro se detuviera cada vez antes y antes.