Mi juventud fue normal, con problemas relacionados con la edad, nada extraño. Dejé mis estudios antes de lo planeado y empecé a trabajar a una edad temprana (16 años) y me casé a los 21 y tuve una preciosa hija llamada Nerea. Es lo mejor que me podría haber pasado. Unos meses después de su nacimiento tuve que enfrentarme al peor shock de mi vida.
Debido a un accidente en el trabajo, sufrí una lesión de la espina dorsal a un nivel de cuadriplejia, que me afectó a las cuatro extremidades, tras lo cual pasé un año en el hospital. Tuve que aprender de nuevo como gestionar mi día a día.
Con mi carácter, siempre incansable, intentaba encontrarme a mí mismo. Empecé a estudiar de nuevo hasta que entré en la universidad para estudiar medicina y criminología, pero no vi mis expectativas cumplidas hasta que, tras 14 años después, el ciclismo entró en mi vida.