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La terapia en espejo, nacida a finales de los años 90 e inicialmente utilizada para el tratar del dolor del “miembro fantasma” tras una amputación, se ha mostrado efectiva para el tratamiento del dolor regional complejo y en la rehabilitación de personas con hemiparesia (disminución de la fuerza motora o parálisis parcial que afecta un brazo y una pierna del mismo lado del cuerpo) a causa de lesiones cerebrales.
A continuación, te contamos en qué consiste, cómo funciona y cuáles son las aplicaciones de la terapia espejo a la discapacidad.
¿Cómo se hace la terapia espejo?
A priori, el funcionamiento de la terapia espejo (mirror therapy en inglés) no es complicado. Los elementos que intervienen en ella son sencillos, pues sólo necesitamos una caja con una apertura y un espejo a media altura en su parte exterior.
Para explicar mejor cómo funciona la terapia espejo, utilizaremos como ejemplo a una persona con falta de movimiento total o parcial en una extremidad superior (un brazo o una mano). El paciente introduce la extremidad superior parética (es decir, su mano con parálisis) en la caja de tal forma que queda oculta. Como ésta tiene un espejo ubicado en el exterior, el paciente ve reflejada en él su otra mano, es decir, la que puede mover con normalidad.
El objetivo de esta terapia es que el paciente realice movimientos bilaterales y sincrónicos con su extremidad no parética creando una ilusión de movimiento en su cerebro. Estos ejercicios son personalizados y entre ellos pueden incluirse tanto series como actividades funcionales como coger un objeto (una pelota de espuma, un vaso de agua, un lápiz, etc.).
Lo recomendable es que la terapia espejo se realice de forma “intensiva”, con un trabajo diario de entre 20 y 30 minutos. Según los expertos, los primeros resultados pueden verse a partir del segundo mes tanto en extremidades superiores (en las que es más habitual) como en inferiores.
Por último, la terapia espejo debe entenderse como un complemento a otras terapias y tratamientos como la fisioterapia. Y puesto que es sencilla de realizar, puede hacerse tanto en un hospital como en un ambulatorio o en la propia casa del paciente, a modo terapia de autoayuda, aunque siempre es más efectiva bajo la supervisión de personal sanitario.
¿Por qué funciona? El secreto de las “neuronas espejo”
La terapia espejo basa su funcionamiento en las “neuronas espejo”, ubicadas en la corteza parietal y relacionadas con comportamientos empáticos, sociales e imitativos.
Las neuronas espejo reflejan la actividad que estamos observando y se activan en dos circunstancias: cuando ejecutamos una acción o cuando observamos a otro individuo realizar esta misma acción, que queda reflejada en nuestro cerebro. Según los expertos en neurociencia, la capacidad de imitación y de ponerse en lugar del otro de estas neuronas es determinante para el desarrollo de capacidades cognitivas relacionadas con la vida social y es fundamental en muchos procesos de aprendizaje, de ahí su uso para la neurorehabilitación.
La efectividad de la terapia espejo para la espasticidad y en algunos tipos de parálisis provocadas por accidentes cerebrovasculares, lesiones medulares o enfermedades neurodegenerativas puede explicarse de tres formas:
- Las neuronas espejo son capaces de reconocer una acción y activar el aprendizaje motor a través de la imitación.
- El daño neurológico por un accidente cardiovascular o una lesión medular suele provocar una inflamación y un edema que interrumpe, de forma temporal, la transmisión de la información motora provocando una parálisis. La ilusión de movimiento creada gracias a la terapia espejo despierta de nuevo estas vías motoras reactivándolas.
- Tras sufrir un ictus o una embolia cerebral, los pacientes tienen diferente grado de actividad en sus hemisferios cerebrales, siendo mucho más baja en el hemisferio lesionado. La realización de la terapia espejo contribuye a disminuir este desequilibro.
Beneficios de la terapia con neuronas espejo en neurorehabilitación y tratamiento del dolor
La terapia espejo se ha mostrado efectiva para tratar y disminuir discapacidades asociadas a amputaciones o problemas neurológicos. Por ejemplo, existen evidencias de mejoría significativa en la función motora de las extremidades superiores de pacientes que han sufrido un ictus, y es especialmente efectiva en la recuperación funcional y de destreza manual de personas con consecuencias agudas y crónicas tras un accidente cerebrovascular.
En este caso, los beneficios asociados a la terapia espejo son:
- Reactivación de la actividad motora.
- Aumento de la funcionalidad.
- Mayor potencialidad para realizar actividades de la vida diaria.
- Disminución del síndrome de heminegligencia.
¿Y qué pasa en las personas que han sufrido amputaciones? Cómo decíamos al principio de este artículo, la terapia de espejo comenzó a utilizarse para tratar el llamado “síndrome del miembro fantasma”, habitual en casos de personas que han perdido un miembro pero que siguen sintiendo dolor.
La base de este fenómeno se encuentra en la parálisis aprendida. Generalmente, antes de amputar un miembro a una persona, suele pasar un proceso de parálisis y de dolor. El cerebro retiene esa “imagen” de un brazo o una pierna sin movimiento y dolorido y genera reacciones en torno a ella. Gracias a la terapia espejo, y a través del uso de la retroalimentación visual, el paciente aprende a eliminar posiciones potencialmente dolorosas, consigue dar feedback a su cerebro y de esta forma alivia el dolor que siente.
La relación entre la terapia espejo y la discapacidad es positiva. Al fin y al cabo, se trata de una técnica sin efectos adversos recomendable tanto para la rehabilitación como para el tratamiento del dolor. Aun así, sería interesante disponer de más investigaciones para poder aplicarla de manera más amplia y conocer todo su potencial.
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